7 de febrero de 2015

¿Porqué no comenzar ahora....?


Según el físico teórico, futurólogo y divulgador científico Michio Kaku "hemos aprendido más sobre el cerebro en los últimos 10 años que en toda la historia de la humanidad....Internet se convertirá en una red del cerebro...Vamos a tener dos discos en el futuro, el del genoma, con todos los genes de nuestro cuerpo, y el del conectoma, el mapa de las conexiones neuronales con las memorias, las sensaciones y la personalidad"

Escuchando a este personaje tan peculiar me preguntaba, por ejemplo, porque limitarse a pensar que los emprendedores son gente de menos de 30 años que no sabe o no quiere trabajar para otros. En general solemos limitar nuestras fronteras a un claro mapa en el que sepamos donde comienzan y terminan las cosas,  ya sean nuestro país, nuestra ciudad, nuestra casa o, incluso, nuestra habitación. Son nuestros territorios y, normalmente, nos sentimos más cómodos sabiendo donde están, cómo están ordenados (o desordenados) y pensando que no se van a mover de ahí.

Recuerdo cuando mi familia vivía en Lugo, una agradable ciudad de Galicia, en España. Yo viví allí entre los 10 y los 17 años. Es decir, ahí pasaron cosas importantes en mi vida. Vivir en una ciudad de apenas 60.000 habitantes en los setenta tenía ciertamente limitaciones, pero sin embargo no limitaba algunas experiencias como la capacidad de observar, de escuchar y de comenzar a registrar el funcionamiento de esta nuestra civilización. Una civilización que, como dice el filósofo español Fernando Savater a quien tuve la oportunidad de conocer hace muchos años en Lima, es única pues todos, independientemente de creencias, edades y condiciones, compartimos una forma de vida: viajamos en avión, usamos electricidad, internet....

Hace no mucho tiempo, Alessandra Aguilar, una de las grandes atletas españolas del momento, precisamente de Lugo, tuiteaba una fotografía en la que, en el patio de un colegio participaba en una carrera bajo la vigilancia de su padre. Mi hermano Víctor Baltar, al que estoy intentando animar a que regrese a Twitter, me escribió de inmediato para pedirme que mirara con atención la fotografía.....





En efecto, apoyados indolentemente en un muro del patio estaban tres jovencitos (seguramente no más de 12 años) que miraban con curiosidad esa carrera improvisada. Pues bien, esos tres niños eramos mi hermano, nuestro amigo Luis Rodríguez Ascáriz y mi persona. El colegio era el de los Padres Franciscanos y hoy yo me precio, después de una vida con muchas, muchas vueltas, de considerarme amigo de Alessandra, que era la niña que corría bajo la mirada de su padre. En ese colegio, cuando salíamos de excursión, todos en el autobús cantábamos una canción que no recuerdo completa, aunque si recuerdo cómo comenzaba:

“Somos del Colegio, Padres Franciscanos…..”

Estoy seguro de que algún lector que por suerte lea esto y fuera parte de esa tribu (empezando por mi hermano Víctor o por Luis), quizás pueda completar esa letra. Pero lo cierto es que ya en ese pequeño colegio, del que tan buenos recuerdos tengo, de esa pequeña ciudad en la que comenzó mi adolescencia, encontraba ya algunos símbolos que definían y marcaban territorios. Nosotros éramos de los Franciscanos y nos sentíamos así, no de ningún otro lugar.

Según Kaku, ahora sabemos más sobre nuestro cerebro. Y es importante que ese conocimiento no se vuelva en nuestra contra. Aunque puede ser agradable sentirse parte de algo, ya sea un colegio, un club de lectura, una tendencia política, un equipo de fútbol, una creencia religiosa, etc, sin duda que el no olvidar lo que hemos vivido, a quien hemos conocido o escuchado, nos puede ayudar a ampliar nuestra perspectiva ante la vida y, de esa manera, recuperar sueños atrapados en el tiempo y conseguir hacerlos realidad más allá de nuestros vínculos profesionales.

Y por ello vuelvo al emprendimiento. Yo siempre escuché, y de hecho yo mismo pronuncié varias veces en la vida, la siguiente frase:

¡Yo siempre quise tener mi propio negocio!

En mi opinión una intención como esa no tiene fecha de caducidad. Es como esa carrera en el patio del colegio de hace casi 40 años y que tenía registrada en algún lugar de mi cerebro hasta que la fotografía la recuperó. La diferencia entre tener un negocio y no tenerlo es muy extensa y con muchas aristas para explicar. En cada caso hay un mundo, aunque es muy posible que existan intersecciones en las que se encuentran no pocas circunstancias en común. Yo soy un convencido de que el que verdaderamente siente esa tendencia a la aventura emprendedora, la mantiene vigente aunque probablemente quizás apagada. La mayoría no se atreve a dar el salto en ese abismo de lo desconocido que, como fantásticamente explica Matti Hemmi en su libro "¿Te atreves a soñar?", es la gran diferencia entre vivir en la zona de confort y aceptar la evolución. Y dar el salto en ocasiones significa, simplemente, cambiar de departamento en una misma zona de la empresa. Vértigo.....

Tener una responsabilidad en una empresa y buscar cumplir con ella mejor cada día, sacudiéndose de encima la zona de confort, es de por sí muy similar a tener un negocio propio. Yo diría que hay que definir dos responsabilidades. Primero la responsabilidad de quien toma decisiones en la empresa  para promover la creación de espacios reales (no sólo físicos) que favorezcan el emprendimiento, que lo incluyan como parte de una cultura y que busquen por toda la empresa dónde están los emprendedores para invitarlos y ayudarlos a regresar a su verdadera esencia. Segundo, la responsabilidad de quien puede hacer las cosas diferentes, eliminando la zona de confort como parte de una dinámica de trabajo, convirtiéndose de esa manera en un agente del cambio que, entre otras muchas cosas, generará una energía positiva que llevará la empresa a límites no sospechados.

Como Pablo Neruda, confieso que he vivido. Y la vida profesional que hasta ahora he tenido diría que no ha apagado mi esencia como emprendedor. En las distintas empresas en las que he trabajado durante estos años (Arthur Andersen, Banco Zaragozano, BanBif, Banco Exterior y Banesco Grupo Internacional) he tenido oportunidades de innovar, de emprender, de cambiar las cosas y lo he hecho. No siempre ha resultado y no siempre ha gustado. Pero muchas veces sí lo ha hecho y el contagio positivo de esa forma de ver la vida profesional ha sido evidente a lo largo de estos años. Ahora, me convierto en un emprendedor independiente. Regreso a este blog agradecido por tanto aprendizaje en tantos años y por haber compartido con tantas personas especiales. 

Siempre quise tener mi negocio. Tengo 51 años y ........... ¿porqué no comenzar ahora?


Raúl Baltar