8 de agosto de 2014

Federer, o pensar un poco más allá......

No hace mucho veía cómodamente sentado la final del campeonato de Wimbledon correspondiente al año 2014. Jugaban Novak Djokovic y Roger Federer. Transcurría, teóricamente, el último juego del último set y la victoria de Nole parecía definitiva. El marcador establecía un 5 juegos a 1 que presagiaba unos pocos minutos más de partido. Tocaba descanso y ambos tenistas se sentaban en sus asientos protegidos por los paraguas que les aliviaban, al menos unos minutos, del sol londinense. Siempre comento que observar es una gran herramienta para todo. E insisto, cómodamente sentado, observé como Roger comenzaba a comer unas porciones de plátano, hidratarse con algún tipo de compuesto complementario y, en definitiva, prepararse como si el partido estuviera en la mitad de su transcurrir. Cualquiera diría......
- Pero....¿para qué comer e hidratarse si está claro que le quedan 5 minutos?
Bueno, pues resulta que desde ese instante que acabo de describir, todavía se jugaron cuatro games adicionales y, en algún momento, parecía que Federer llegaba a desafiar la hasta unos juegos atrás previsible victoria de Nole. Por supuesto que nada de todo ello se habría siquiera asomado a nuestras pantallas si Federer no hubiera asumido que su trabajo consistía en estar preparado para lo que no parecía que iba a ocurrir.....

Y estar preparado es esencial en la vida de las organizaciones aunque en muchas ocasiones no se observe como algo determinante. Muchos creen que el status quo es inamovible en el tiempo y que se controla ese momento actual de manera natural e indiscutible. El economista británico Alfred Marshall puso en juego con profusión otra alocución latina que, en economía, es un recurso habitual en la formulación de muchas teorías: ceteris paribus, es decir, cambio un elemento manteniéndose todas las demás cosas igual. La experiencia nos dice que no siempre es así. Es interesante analizar casos como el de Kodak, compañía que fue fundada en 1892 por George Eastman y que supo adaptarse a la evolución en su forma de actuar. Pero eso ocurrió hasta que, literalmente, le pasó por encima la era digital para terminar acogiéndose a la ley de quiebras en Estados Unidos en el año 2012. En definitiva, en el caso de Kodak, como en tantos otros casos que están ahí para ser estudiados, ni se mantuvo el statu quo, ni se pudo aplicar el ceteris paribus pues todo cambió....

Ya sean las circunstancias favorables o desfavorables, es determinante seguir "alimentándose" como Federer lo hizo. Si no se hace así vienen las sorpresas acompañadas del clásico lamento organizacional:
- ¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?
Bueno, pues te pasa porque cuando debiste hacerlo no te preparaste. Y uno de los casos más críticos  en las empresas es tener claramente definidos los sucesores para posiciones relevantes o de gran responsabilidad. En ocasiones el que la ocupa una de esas posiciones piensa que es eterno y, por supuesto, imprescindible. También en ocasiones el jefe correspondiente está tan cómodo con quien ocupa esa posición que piensa que "nadie" más puede estar al nivel de esa persona y se dedica a navegar en una inmensa zona de confort. El asunto tiene de parte y parte. Lo simpático, si no fuera porque suele convertirse en una tragedia, es que una vez que ocurre aquello que no se esperaba y para lo que no existe preparación definida ni protocolo establecido (sustitución), son varias las fases que se despliegan:
Primera fase: La indignación. 
Es la fase del "es increíble que esto me pase a mí". Todo es una suerte de traición de los astros. En estos casos lo que ocurre es que se pulveriza la zona de confort del jefe a quien le reporta quien se va de la empresa. Normalmente no suele haber autocrítica y sin embargo si existe la sensación de que aparece un problema.
Segunda fase: La manipulación. 
Ante la falta de alternativas y la alta dependencia de alguien que solucionaba las cosas a gusto del jefe correspondiente, se intenta manipular la decisión de salir de la empresa con argumentos tan vacíos como "te estás volviendo loco", "piensa bien lo que estás haciendo" o el clásico "aquí tienes un futuro brillante y lo vas a desperdiciar". Es de lamentar que en muchas ocasiones esta manipulación surte efecto y se generan pocas lecciones aprendidas.
Tercera fase: La negación. 
En esta fase comienza a activarse una estrategia que se basa en desconocer la decisión de quien se va de la empresa. Se le sigue dando trabajo y se le continúa hablando como si tuviera por delante una planificación de 5 años y no unos días apenas para vaciar su mesa y emprender nuevos desafíos.
Cuarta fase: La adaptación.
Ahora si que comienza la búsqueda de una sustitución adecuada para la responsabilidad  a cubrir y el intento (por supuesto que vano) de encontrar un clon de la persona que tanto se apreciaba y que ahora se va.
Pueden existir muchas más fases que las descritas o quizás pueden darse menos. Pero lo cierto es que todo esto se puede evitar si existe una planificación para algo que, evidentemente, en algún momento va a ocurrir. Si la empresa tiene una planificación adecuada no improvisará y por tanto evitará lo que la improvisación genera: desgaste en el resto del equipo, frustración y pérdida de eficiencia.

Hay maneras de hacer las cosas bien. En mi opinión ejemplos como la sustitución de Jack Welch por Jeffrey R. Immelt en el año 2001 en General Electric son modelos que indican que se puede establecer un protocolo que funcione. Y claro que no hay garantías. El propio Warren Buffett, que está a punto de cumplir 84 años de edad, que tiene 50 años dirigiendo Berkshire Hathaway y que ha batido 39 de esos años al S&P 500, tenía un sucesor  en David Sokol para dirigir este imperio. Pero el ceteris paribus no funcionó y Sokol salió de la fórmula al haber comprado acciones de Lubrizol, una compañía que terminó en la cartera de inversión de Berkshire. El escándalo perjudicó los planes de Buffett cuya fama de Oráculo no pudo prever algo así, que por otra parte es tan humano.....En definitiva, ni siquiera Buffett puede prepararse para todo lo que puede pasar aún con protocolos definidos.

En ese caso, acordándonos de nuevo de Roger Federer, conviene siempre hidratarse bien, porque nunca se sabe cuanto puede durar el partido y que sorpresas nos deparará. El método, la disciplina, el saber que el entorno es cambiante y el orden, siempre serán grandes aliados.

Raúl Baltar

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